EL HERMANO CODICIOSO
Habitaban la misma casa dos hermanos: un rico y otro pobre, con sus respectivas
mujeres e hijos.
Un día que el rico con muchos convidados festejaba el cortapelo de uno de sus hijos,
se asomó el pobre.
Lo ve uno de sus invitados y pregunta:
— ¿No es este tu hermano? ¿Por qué no le haces pasar?
—Ese es un doméstico.
Oyólo el pobre; lleno de aflicción por el desprecio que de él hacía su hermano, decidió
abandonarlo y se fue como de costumbre en busca de chicash, único alimento con el cual
sustentaba a su familia.
Detúvose en la puna a descansar sobre una eminencia, lamentándose de su mala
fortuna, cuando oye que ésta le hablaba, consolándolo e indicándole siguiera un camino que
le conduciría a una gran cueva y que llamara. Siguió las indicaciones de la peña hasta la cueva,
donde encontró a un anciano venerable, el que le dio una piedra, diciéndole que se regresara
con ella, sin desprenderse nunca.
Caminaba de prisa, pero una noche lóbrega le impidió proseguir su marcha. Buscó
refugio en una cueva, para pasar la noche, con su piedra a las espaldas. Le era imposible
conciliar el sueño por el hambre y el pesar; nuevamente quejábase de su fatal destino, cuando
dormitando escuchó este diálogo entre la peña, la puna y la pampa.
Preguntábale la puna a la peña por qué lloraba ese hombre.
—El pobre llora porque su hermano rico lo ha despreciado.
La pampa interrogaba por su parte:
—¿De qué se queja ese infeliz?
—De su hermano rico que lo tiene muerto de hambre —respondía la peña.
—Pues entonces yo le daré mazamorra de maíz blanco.
—Y yo —dice la cueva—, de maíz morado.
—Y yo—dice la peña—, de maíz amarillo.
Despierta sobre saltado y se encuentra con tres ollitas, las que devoró, procurando
sobrar un poco de cada una, para su familia. Y se quedó profundamente dormido.
Al amanecer, disponíase a continuar su marcha, pero le fue imposible levantar el atado
por su enorme peso; lo descubre, y no sin sorpresa nota que la mazamorra de maíz amarillo se
había convertido en oro; la de maíz blanco en plata y la de morado en cobre.
Dejó enterrada: una parte y marchóse contento a su casa, donde refirió a su familia lo
que le había acontecido.
El rico, al descubrir que su hermano había enriquecido bruscamente, le acusó de
ladrón.
Para comprobar su inocencia le contó todo lo que le había sucedido; relato que no
hizo sino despertar su codicia, y esa misma noche se encaminó a la cueva donde el anciano,
recibió la piedra y quedóse dormido. Le dio cuernos la peña, la pampa pelos, y la puna rabo,
con los que al despertar quedó completamente transformado.
Llega a su casa, lo desconoce su mujer, que le echa los perros. Desde entonces, trocado
en venado va huído por las pampas y las punas.