El señor, el niño y el burro
Venían por un camino un señor con su hijo, que tenía unos 11 años de edad. También les acompañaba un burro, que el hombre utilizaba todos los días para cargar leña. Sin embargo, en ese momento el burro ya no tenía que cargar ningún peso, y como el hombre estaba muy cansado, se subió al burro.
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Al cabo de un rato, pasaron cerca de un
grupo de personas, que se quedaron mirando al hombre y al niño y dijeron una
vez que pasaron:
– ¡Qué hombre tan
egoísta! Él tan cómodo en el burro y
el pobre niño andando… ¡Menudo caradura!
Así que el hombre, abochornado, se bajó
del burro y le dijo a su hijo que subiera él. Anduvieron así un buen trecho
hasta que se encontraron con otro grupo de personas que les miraron de arriba a
abajo y murmuraron:
– ¡Qué niño tan malcriado! Su pobre
padre, ya mayor, andando y él tan cómodo en
el burro…
Así que el hombre le dijo al niño
que bajara del burro y comenzaron a andar, los dos, detrás del animal.
En esto que se encuentran con otro
grupo de personas que dijeron:
– ¡Menudo par de tontos! Los
dos andando detrás del burro, que va la mar de descansado. ¿Es que a ninguno se
le ocurre subir para ir más cómodo?
Y el hombre decidió que debían
montar los dos en el burro: su hijo
delante y él detrás. Y así anduvieron un
rato hasta que otro grupo de personas dijeron:
– ¡Qué barbaridad! ¡Pobre
animal! ¿No ven lo cansado que está para cargar con los dos?
El hombre pasó de largo, se encogió de
hombros y dijo a su hijo:
– Ya ves, hijo… ¿ves cómo nunca
hay que hacer caso de lo que digan los demás?