MUJERES MALTRATADAS
(Testimonio)
No
he vuelto a tener pareja
Una bofetada muy fuerte que me dio delante
de mis dos hijos, pero no llegué a decir “hasta aquí”. Raras veces se es capaz
de decir “se acabó” con determinación salvo que acabes en el hospital. Ese no
es mi caso.
Después de recibir la primera bofetada y
de ver los ojos de mis hijos observando lo que había sucedido me dio miedo que
ellos fueran los siguientes. Lo hice por ellos.
Comenzó a aislarme y a dominarme, en realidad
desde que empecé a salir con él. De hecho, tenía amigas que intentaban avisarme,
pero yo no lo veía. A veces ejercía un papel casi paternal, de protección y eso
lleva implícito el control. Tú llegas a pensar que es bueno, que te ama mucho y
por eso se preocupa tanto. Luego todo se deforma. Pero es sutil, gradual.
No he vuelto a tener pareja ni quiero
tenerla. Me he cerrado. Totalmente. Vas atravesando distintas fases: asumir,
liberarte, recuperarte cómo eres e incluso perdonar. En mi caso llegué a
decirle a mi expareja: “Te perdono”. Y él me contestó: “Gracias”. Pero no
llegas a olvidar porque ellos además buscan cómo llegar a ti, sobre todo, si
tienes hijos. Son muy hábiles.
"Creo que muchas mujeres están ya
levantando la voz, lo importante es que hablen, que pierdan la vergüenza, que
cuenten lo que han sufrido, que pidan ayuda. Se están dando cuenta de las
cosas, pero todavía falta mucho camino".
No
era ni fue jamás amor
Fui una mujer maltratada por mi primer
marido. Pero jamás lo denuncié. El maltrato era psicológico. Menosprecios,
desprecios, ninguneos, absoluta pasividad ante mis problemas de salud,
personales e incluso de mis familiares más directos fueron minándome la moral,
hasta que llegué no solo a desenamorarme (si es que lo estuve alguna vez) sino
que llegué a aborrecerlo.
Puntualizo que, si digo no haber estado
enamorada de él, es porque ahora que estoy verdaderamente enamorada y soy
correspondida, es cuando me doy cuenta de que aquello no
era ni fue jamás amor. Jamás supe lo que era el amor hasta que conocí a mi
actual pareja, pronto mi esposo. Mi vida emocional fue siempre tan triste que
creí que 'aquello' era amor, y pobre de mí, me casé. Pero tuve suerte. Y en
lugar de denunciar los malos tratos psicológicos sufridos reiteradamente y en
especial durante los últimos dos años, terminé, sin más dilación, solicitando
el divorcio.
No tuvimos hijos. Eso facilitaba mucho los
trámites. Y él en otro ejercicio de egoísmo se limitó a intentar chantajearme
emocional y económicamente. A lo primero no accedí, porque al no amarlo, el
chantaje era inviable. Al segundo chantaje, el económico, sí accedí. Era el
modo más fácil y rápido de que me dejara marchar de ese infierno para comenzar
cuanto antes mi nueva vida.
Hago por tanto desde aquí un llamamiento a
las personas (hombres y mujeres) maltratadas psicológicamente: Denuncien si lo
creen oportuno… pero no dejen pasar la oportunidad de divorciarse. Es la mejor
solución, definitiva y sin recaídas. Está en sus manos. No se dejen manipular
por miedos infundados. El divorcio es en muchos casos la vida.