El príncipe y el mago
(John Fowles)
Había una vez un príncipe al que le gustaba
observar y recapacitar sobre todo lo que veía. Y creía en todo, menos en las
princesas, las islas y en Dios. Su padre le había dicho que estas tres cosas no
existían y él, como no había visto nunca princesas, islas ni a Dios, creía a su
padre.
Pero un día, el príncipe decidió salir del
reino. Sentía grandes deseos de conocer otros mundos. Y después de cabalgar
durante bastante tiempo, llegó hasta el mar. Y a lo lejos vio unos pedacitos de
tierra que le parecieron islas, y en ellas, se movían con elegancia unas mujeres
que lucían vestidos lujosos.
Al príncipe le entró curiosidad y quiso
acercarse a esa isla, y comenzó a buscar algún bote. Entonces, un hombre se le
acercó y le preguntó:
– ¿Qué buscas?
– Oh, busco un bote, porque quiero acercarme a
aquel lugar… – dijo señalando a la isla.
– ¿A esa isla?
– ¿Es una isla? Entonces… ¿existen las islas?
– ¡Claro que existen!
– Vaya… ¿y quiénes son esas mujeres de la
isla?
– Son princesas- respondió el hombre, que iba
muy elegantemente vestido.
– Así que existen las princesas… solo falta
que me digas que existe Dios.
– Claro que existe. Soy yo.- dijo entonces el
hombre haciendo una reverencia.
El príncipe y el mago: la realidad
construida con la magia
El Príncipe se quedó atónito, y decidió volver
al castillo de su padre. Al llegar, le dijo muy enfadado:
– ¡Me has mentido! ¡Me dijiste que no había
islas, princesas ni Dios! ¡Y ahora sé que existe!
Su padre contestó con calma:
– ¿Y cómo sabes que existen?
– ¡Los he visto! ¡También he conocido a Dios!
– Y ese Dios… ¿vestía de forma elegante y
llevaba las mangas recogidas?
– Sí.
– Te han engañado, hijo. Es un mago. Le
conozco…
– ¿Un mago?
El príncipe, más enfadado aún, fue a buscar al
mago y le dijo:
– ¿Por qué me engañaste? Ahora sé que eres un
mago y me has hecho ver lo que tú has querido que vea… Ahora sí creo más aún a
mi padre.
– ¿Tu padre? ¿Ese que dice ser rey? ¡Él
también es un mago!
El príncipe no supo qué decir. Regresó a casa
de su padre y le preguntó:
– ¿Es verdad que eres un mago?
– Sí, es verdad…
– ¡Me volviste a engañar! ¿Por qué me haces
esto? Ahora mi vida no tiene sentido. Todo es mentira… ¡Prefiero morir!
Entonces, el rey (mago) hizo aparecer a la
muerte y ésta llamó al príncipe. Pero cuando el joven iba a ir hacia ella, le
entró un escalofrío y dio marcha atrás. Recordó entonces las islas falsas pero
hermosas y las princesas falsas pero bellas y dijo:
– Está bien, padre, puedo aceptar que seas un
mago.
– Bien, hijo- contestó él- Tú también
comienzas a serlo.