El reflejo del arco
Cuentan que el magistrado del distrito
de Jixian, un hombre ya mayor y muy sabio, invitó un día a su secretario, Du
Xuan, a beber con él una tarde durante las fiestas de solsticio de verano. El
secretario acudió encantado.
Tenía colgada en la pared del salón el
bueno del magistrado un arco rojo. Dio la casualidad que en el lugar en donde
se sentó su secretario, el arco proyectaba una sombra con una forma similar a
la de una serpiente, de modo que Du Xuan, vio proyectada esta imagen en su
copa, y por más que intentaba quitárselo de la cabeza, pensaba que en su bebida
flotaba una pequeña serpiente.
A pesar del miedo que sentía, era tal
su respeto por el magistrado, que no dijo nada… Sin embargo, pocos días
después, el hombre comenzó a sentir un fuerte dolor de estómago. Apenas podía
comer nada, y empezó a adelgazar de forma preocupante. Por más médicos que
visitó, ninguno consiguió dar con el origen de su mal.
La noticia llegó a oídos del
magistrado, y no dudó en ir a visitar a su amigo.
– ¿Qué pasó? ¿Por qué enfermaste así
después de beber conmigo en mi casa?- le preguntó.
– Creo que fue por tragarme la
serpiente que había en mi copa… – dijo al fin temeroso el secretario.
La
explicación estaba en el reflejo del arco
El magistrado no podía dar crédito a
aquello que su amigo le aseguraba. ¿Una serpiente? ¿En su copa? Regresó a su
casa y se fijó en el arco rojo que colgaba de la pared. Entonces vio su sombra
proyectada en la mesa, justo en el lugar en donde se sentó su secretario. Y
comprendió lo que había pasado.
Envió inmediatamente un carruaje para
recoger a Du Xuan. Quería explicárselo todo. Le invitó a sentarse en el mismo
lugar de la vez anterior. Y de nuevo, Du Xuan vio la serpiente en su copa.
– No te asustes, amigo… Es solo la
sombra del arco colgado en la pared.
Entonces, el magistrado retiró el arco
y, efectivamente, la sombra desapareció. Du Xuan entendió lo que había pasado.
Resulta que todo había sido fruto de su imaginación… Desde ese día, su salud
mejoró y se recuperó por completo.
Moraleja: «No dejes que tu imaginación
convierta en realidad una fantasía y te atemorice hasta el punto de provocarte
una enfermedad».